En la marcha del
Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y
NoBinaries estamos todes. Todes somos distintes, pero sabemos que para estar
ahí no sólo tuvimos que tomar un bondi o un tren. Fue mucho más: la vida misma
Salí de mi casa
con mamá y el pañuelo en la cartera, como siempre. Para llegar a La Plata tuve
que tomar dos micros, pero diría que no fue sólo ese el trayecto. Para que el
13 de octubre yo haya ido al Encuentro pasaron muchas cosas y recorrí más que
los 45km que separan mi casa de la ciudad de las diagonales.
Fueron años y
años de búsquedas y cuestionamientos.
A los 8 había
cosas que no me cerraban como la distribución nada equitativa de las tareas de
la casa. Pero no fue hasta que vi en Encuentro un documental sobre Malala
Yousafzai que entendí que el problema era mucho más grande. Desde ahí empecé a
formarme en el tema de género muy de a poco. La palabra feminista seguía siendo
una mala palabra, de esas que NUNCA se pueden decir. A los 14 cuando todas mis amigas ya habían
dado su primer beso, a mí no me cerraba la obligación de besar a un varón, pero
terminé cediendo porque sentía que una no puede ser siempre “la rara”. Lo mismo
pasó con la depilación: a esa edad ya los pelos estaban socialmente desaprobados
y había que sacarlos sí o sí.
A los 15 no quise ser princesa, estaba
pensando en otras cosas. Cuando debatía o simplemente pedía respeto o los
derechos básicos para un ser humano, me decían “feminazi”. Primero lo negaba,
explicaba, me ponía nerviosa la desinformación y esos ataques “sin sentido” me ponían
de los pelos. Después de unos cuantos “feminazi”, llegué a la conclusión de que
“feminista” no era una mala palabra, era la única opción para poder ser libre y
yo ya estaba en ese camino, quería eso para mí y para todas las otras. Creo que
esa es una de las primeras nociones que tengo de que, como siempre decimos
nosotras, lo personal es político. También que ese “insulto” era un odio/miedo
hacia la independencia y la libertad de le otre a decir lo que piensa.
A los 16 leí un
montón de cosas, me nutrí de perspectiva de género y de teoría queer. Aprendí
sobre mansplaining, “hacer gas de luz”, amor libre, pansexualidad y distintas
diversidades sexuales. Con esos recursos pude liberarme de un montón de cosas y
creo que pude ayudar en la liberación de otres. Recién ese año puede sacar del
closet mi amor al pop y a Taylor Swift, a quien escuchaba en secreto por toda su
reputación y el desprestigio del género. Cuando mostré mi apoyo a la Comunidad
LGBTIQ+, me trataron de rara y tuvieron “miedo” de que no fuera hetero.
Spoiler: cumplí 17 y al poco tiempo descubrí que no era paki.
Transitando la
vida como mujer en una sociedad patriarcal, el feminismo me salvó de un montón
de cosas: cuando no quise tener sexo, me validó; cuando me acosaron en la
calle, me abrazó; cuando sufrí un intento de abuso sexual, me contuvo y me dijo
que el problema no era yo; cuando nadie de la que consideraba mi familia (salvo
mi heroica mamá) me creyó, el movimiento me dijo que no estaba sola, que nos
había pasado a muchas y que me creían; me dio una familia nueva, un montón de
mujeres me adoptaron y me eligen para compartir su vida; me acercó a un montón
de cosas y de personas; me hizo sentir libre y con mucha fuerza; me hizo pensar
cosas que nunca se me cruzaron, me enseñó a hablar, a decir lo que pienso, a
respetar a cualquier otre y sentirse orgullosamente diversidad… El feminismo me
abrazó y me enseñó sobre el derecho a ser felices. Aunque sólo me hubiera
aportado eso último, creo que valdría más que la pena. ¿Qué es más importante
que la esperanza, el acompañamiento y la determinación de una realidad mejor?
Luego y mientras
esos abrazos, yo también abracé a otres porque el feminismo es eso: una red de
amor y sororidad. Sembré ideas, debatí para que pensemos juntes, consolé, me
encontré con compañeras que necesitaban saber que no estaban solas... Aunque
algunas de esas compañeras que no estén en la misma línea ideológica (ahora
capaz que se sienten a apeladas por los pañuelos celestes, por ejemplo),
siempre vamos a estar con ellas porque nosotras somos transversales y al
feminismo lo practicamos en cada acto de acompañamiento y amor a le otre.
Siempre vamos a estar. Siempre voy a estar abrazando para sanar(nos).
Ese día de
principios de octubre estuve ahí marchando por todes, por les que estamos en la
lucha y por las que todavía no pudieron abrir los ojos. Marché por todas nosotras,
por todes para poder tener un mundo más justo.
En 1 y 60, donde
nos dimos cita para empezar a marchar, había un montón de otras personas. Todas
apretadas, estábamos ahí porque a todas en algún momento nos abrazaron y por
eso pudimos empezar a abrir los ojos y ver. Ahora sí que nos ven, ahora sí que
nos vemos. En cada metro de marcha, en cada mirada cómplice en la calle, ahora
nos reconocemos y sabemos con una certeza absoluta que por más distintas que
sean nuestras historias, ahora estamos acá juntas.
Siempre que vamos
a La Plata tenemos que tener cuidado con las diagonales porque te llevan a
lugares inesperados. Me da la sensación de que llegamos cargando nuestras
historias como si hubiésemos tomado la diagonal 74: medio por las serendipias
de la vida terminamos ahí, hermanadas. Esas diagonales nos juntaron en la misma
lucha.
Para llegar ahí,
las compañeras de toda la Argentina no viajaron solamente todos esos
kilómetros. Para poder estar ahí hicimos un largo camino que excede tiempos,
cuerpos, personas y lugares. En ese momento no sólo comulgamos nuestras
trayectorias, llevamos en el fuego de nuestra alma todo lo que otres nos
supieron aportar desde los principios de la historia. Llevamos con nosotras el
derecho al voto y los ideales de Evita, la determinación y la fuerza de Juana
Azurduy, la valentía de Virginia Bolten y de tantas, tantas otras.
En ese momento,
en cada paso que dimos en esa marcha, en cada palabra y mirada que compartimos
se encuentra el fruto de todes les que lucharon y será la semilla explosiva
para la igualdad y la justicia social que nosotres les vamos a regalar a
nuestres hijes.
Natalia Rótolo
¿No te parece loquísimo que las vueltas de la vida nos lleven otra vez a tu blog? ¿A la descripción que haces de tu persona en el blog, donde dice que tenes 15 AÑOS, cuando hace menos de un mes fui a tu casa para tu cumple de 18? ¿Mi foto de perfil con un libro de John Green que jamas leí y pretendo que vos vendas? Cipayo, cipayo, cipayo.
ResponderBorrarMe encanta este texto, que voy a recordar como un inmenso choclo que me mandaste por wpp, lo abrazo como representación del crecimiento, individual y colectivo, que transitamos a medias juntas, solas, acompañadas por otres y como algo que todavía se esta gestando.
cipayo cipayo cipayo.
De los mejores coemntarios de la vida. Qué pavadas digo! EL MEJOR COMENTARIO de la vida
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