En este momento,
si sos mujer o disidencia y tocas la guitarra, estás gestando la revolución. La
revolución de empezar a tomar un lugar dentro de lo que históricamente se nos
fue vedado: ser creadoras de la música. En esta industria siempre quisieron que
seamos grupies o musas, pero ahora gritamos “ya no más”.
Julia Mengolini, periodista feminista
argentina, dijo “Quiero ver pibas arriba de los escenarios, no las quiero más
atrás de los camerines. Ya tenemos las herramientas para combatir esa opresión.
No es fácil, pero las tenemos. Entonces ese privilegio, ahora pasa a ser una
responsabilidad para pelear por la señora que vive en el medio del campo de
Formosa y que la está violando su padrastro desde hace 20 años.”. Creo que esta
es la arenga que nos llevó a muchas a tomar al fin la decisión de empezar a cumplir
ese sueño de tocar la guitarra nosotras mismas y dejar de idealizar al chabón
de arriba del escenario. Julia además de
decirnos que está la posibilidad de que ocupemos esos lugares-que no es menor-,
nos remarca que es importante levantar las problemáticas y preocupaciones de
las personas que transitan un mismo cuerpo de lucha. Por más que las cadenas de
unas sean distintas que las de las otras, derribar trabas y privilegios siempre
nos libera a todas, y si hablamos de tener la posibilidad de darle voz a
narrativas es fundamental que tomemos la palabra para poder dar a conocer
nuestras realidades.
El mundo de la
música es hostil para las mujeres en todos lados por ahora, pero en EEUU con la
farándula y la frivolidad como moneda corriente, es un desafío mayor. Cuando
Taylor Swift se pudo finalmente posicionar en el mundo de la música, no
tardaron en llover críticas que no tenían base en lo compositivo o en lo
musical, sino en que quien estuviera haciéndolas y ganando dinero con ellas
fuera una mujer. Despectivamente, entonces, crearon el término de “factor
Taylor Swift” para maldecir un poco el empoderamiento femenino que podría traer
que una piba del campo se haga famosa y que, entonces, miles se posicionaran
como creadoras. Desacreditan todo su trabajo porque lo hizo una mujer, basta
con ver el amable trato que tienen con Shawn Mendes o Ed Sheeran, músicos
varones del circuito pop que también usan arreglos electrónicos, guitarras y
hablan de romances.
El productor de
Cosquin Rock, José Palazzo, dijo que no hay muchas mujeres que toquen bien,
pero Barbi Recanati, una rockera argentina, denuncia que no todas las bandas de
varones son buenas y que muchas participan en los festivales por acomodos y por
complicidad con quienes los organizan (que, oh casualidad, también resultan ser
varones). Lo que ella rescata principalmente es el fenómeno de multiplicación,
identificación y proyección que se daría a gran escala si se aplicara el cupo
en los festivales, ya que muchas mujeres verían esos festivales con cupo y
proyectarían su propia banda. De esta forma, la calidad musical se renovaría y
el ámbito se convertiría en uno mucho más interesante y diverso.
Desde hace 60
años que en nuestro país no se le da espacio a las mujeres en el rock. Cuando
pensamos en les roqueres de acá de las últimas décadas, pensamos en
masculinos(Spinetta, Charly, Ceratti, Pappo…) ni siquiera en su momento se les
dio el lugar y/o el reconocimiento merecido a las mujeres. Para ejemplificar
esto, los premios Gardel siempre premiaron a hombres, salvo en dos ocasiones
desde su creación en 1999: Mercedes Sosa y este año a Marilina Bertoldi.
Ante la afrenta y la violencia de todos los
abusos y atropellos cometidos por bandas de varones hacia mujeres y minorías
que estuvieron saliendo a la luz desde el año pasado, tenemos que defendernos y
depurar el ambiente musical de esta forma de vincularse tan patriarcal. Tenemos
que tomar las guitarras para poder renovar y cambiar definitivamente todos esos
manejos tan naturalizados, pero sumamente violentos del circuito. Que la
revolución feminista llegue a todos lados, principalmente a las industrias
culturales que construyen nuestras realidades y nos permiten el derecho del
ocio, y que nos deje abandonar el lugar de musas para darnos la libertad de ser
creadoras.
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