A la hoguera- Crónica

Hola, vengo a compartirles esta crónica que escribí hace unos meses. ¡Espero que les guste!

“A la hoguera”
Salgo con la bicicleta con fuego por pies y con muchas ganas de encontrarme. Esto deja que el viento pueda borrar las sensaciones de malestar que me inundan.
 Las calles van pasando rápidamente. Las imágenes pasan volando por mis costados. Nada es estático. Llego finalmente al lugar donde pasé tanta vida. Me dirijo a mi lugar favorito del bicicletero, pero a diferencia de las veces anteriores, cambié de bici y de vida. Veo que la cana sale de su cabina, con el letargo que todes tenemos un miércoles a las 15hs de la tarde. La planilla que está en sus manos amenaza.
 Pongo la cadena y mientras guardo la llave en mi morral anaranjado. Los ojos marrones profundo de esa mujer policía tenían guardados incluso superficialmente una pesada moral. “Buen día”, sale melodiosamente de mi boca. Áspera contesta y pregunta en un graznido “¿Sos mayor de edad?”, medio adormecida por la calma y los colores de ese lugar respondo que no. Inmediatamente sus facciones cambian y me doy cuenta de mi error. No pareciera tener mucho lugar para la sonrisa. Con tono de militante de la clandestinidad, me cuenta que no dejan entrar jóvenes solos.
-¿Sabés que este es un lugar privado?-apuñala- A los de 17 y 18 no los dejamos entrar solos. Capaz te confundís porque los fines de semana sí. Las chicas están haciendo desastres… Rompieron todo, ¡hasta los baños!
Me acordaba cuando decía esto de una animada charla en Córdoba. Una mujer de unos casi 40 años hablaba del negocio que hacían esas santas monjas con los abortos clandestinos y con una estampita de la Santa Abortista revoloteando de mano en mano, las mujeres-ya adultas- soñaban con vengar hipocresías. Durante los debates, en muchas de las paredes de ese recinto sagrado se pegaron papeles de “Sí a la vida”.
 Mientras pienso en esas rebeldías de la franja de la prohibición, los puñales siguen saliendo.
-¿Te pensás encontrar con alguien?-mira esperando que le confiese un plan súper producido de una orgía. Contesto que no y me callo todas mis preguntas(¿encontrarme conmigo misma no cuenta?). Con una moralina asesina en los ojos me cuenta el plan de las malvadas “parejitas”. -¿Qué venís a hacer acá?
Ahí llegó el colmo de la cuestión. No pude evitar mirarla con todas las sensaciones que tenía. Respondí todavía incrédula con la respuesta vaga de la monja de informes. Consideró que la respuesta fue lo suficientemente aceptable como para cumplir con su bondad del día, así que muy ceremoniosa me deja pasar. Me doy vuelta y sigo mi camino, pero ella me grita que se olvidó de algo: me da un sermón con una veintena de reglas y me pide el nombre y el DNI.
 Respiro y me alejo. Ya no llama. Son las 15.20 y ya puedo empezar. Voy cumpliendo la regla de no pisar el pasto y me siento a escribir en un banquito, de repente unas señoras pasan hablando muy alto y caminando sobre el pasto: tendrían dos multas. Empiezo a caminar otra vez y encuentro en uno de los caminos a un chiquito de 9 años, caminando completamente solo y observando todo a su alrededor. Una “parejita” de unos 30 años elige un banco más allá, se acomodan e inmediatamente empiezan con esas cosas de “parejitas”. Si tuvieran 17 años eso equivaldría a una expulsión sin dubitación alguna.
 Las letras no paran de brotar en mi cuaderno, la claridad comienza a surgir. Las señoras de antes pasan por uno de los senderos cercanos con el nenito ese. Paran en un árbol con un montón de hojas secas. Corren a una batalla otoñal. Luego de un rato el chico agarra un palo y empieza a golpear los árboles que rodean el cementerio. Una de las señoras entra y lee las tumbas. Increíble es la cantidad de infracciones que acumulan.
 Termino de escribir, voy al bicicletero, saco mi bici y mientras saludo a la que en definitiva es también trabajadora, me pregunto si le debo informar todas las infracciones adultas o supervisadas que hubo.
Desisto de la idea y pedaleo hasta casa. Hago una parada para cargar la SUBE en la lotería. Mientras espero, hablo con uno de los hombres siempre instalados ahí y aprovecho para militarla. Llego a casa y abro las ventanas para seguir aireando el alma. Todas esas letras cultivadas esa tarde se prendieron en un fuego a las 18.30.





🌈🌈🌈🌈
Espero que les haya gustado 
¡Nos leemos!
Nati

A la hoguera: Se deshace lo que se detesta 






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