“A la hoguera”
Salgo con la
bicicleta con fuego por pies y con muchas ganas de encontrarme. Esto deja que
el viento pueda borrar las sensaciones de malestar que me inundan.
Las calles van pasando rápidamente. Las imágenes
pasan volando por mis costados. Nada es estático. Llego finalmente al lugar
donde pasé tanta vida. Me dirijo a mi lugar favorito del bicicletero, pero a
diferencia de las veces anteriores, cambié de bici y de vida. Veo que la cana
sale de su cabina, con el letargo que todes tenemos un miércoles a las 15hs de
la tarde. La planilla que está en sus manos amenaza.
Pongo la cadena y
mientras guardo la llave en mi morral anaranjado. Los ojos marrones profundo de
esa mujer policía tenían guardados incluso superficialmente una pesada moral.
“Buen día”, sale melodiosamente de mi boca. Áspera contesta y pregunta en un
graznido “¿Sos mayor de edad?”, medio adormecida por la calma y los colores de
ese lugar respondo que no. Inmediatamente sus facciones cambian y me doy cuenta
de mi error. No pareciera tener mucho lugar para la sonrisa. Con tono de
militante de la clandestinidad, me cuenta que no dejan entrar jóvenes solos.
-¿Sabés que este es un lugar privado?-apuñala- A los de 17 y
18 no los dejamos entrar solos. Capaz te confundís porque los fines de semana
sí. Las chicas están haciendo desastres… Rompieron todo, ¡hasta los baños!
Me acordaba cuando decía esto de una animada charla en
Córdoba. Una mujer de unos casi 40 años hablaba del negocio que hacían esas
santas monjas con los abortos clandestinos y con una estampita de la Santa
Abortista revoloteando de mano en mano, las mujeres-ya adultas- soñaban con
vengar hipocresías. Durante los debates, en muchas de las paredes de ese
recinto sagrado se pegaron papeles de “Sí a la vida”.
Mientras pienso en
esas rebeldías de la franja de la prohibición, los puñales siguen saliendo.
-¿Te pensás encontrar con alguien?-mira esperando que le
confiese un plan súper producido de una orgía. Contesto que no y me callo todas
mis preguntas(¿encontrarme conmigo misma no cuenta?). Con una moralina asesina
en los ojos me cuenta el plan de las malvadas “parejitas”. -¿Qué venís a hacer
acá?
Ahí llegó el colmo de la cuestión. No pude evitar mirarla
con todas las sensaciones que tenía. Respondí todavía incrédula con la
respuesta vaga de la monja de informes. Consideró que la respuesta fue lo
suficientemente aceptable como para cumplir con su bondad del día, así que muy
ceremoniosa me deja pasar. Me doy vuelta y sigo mi camino, pero ella me grita
que se olvidó de algo: me da un sermón con una veintena de reglas y me pide el
nombre y el DNI.
Respiro y me alejo.
Ya no llama. Son las 15.20 y ya puedo empezar. Voy cumpliendo la regla de no
pisar el pasto y me siento a escribir en un banquito, de repente unas señoras
pasan hablando muy alto y caminando sobre el pasto: tendrían dos multas.
Empiezo a caminar otra vez y encuentro en uno de los caminos a un chiquito de 9
años, caminando completamente solo y observando todo a su alrededor. Una
“parejita” de unos 30 años elige un banco más allá, se acomodan e
inmediatamente empiezan con esas cosas de “parejitas”. Si tuvieran 17 años eso
equivaldría a una expulsión sin dubitación alguna.
Las letras no paran de
brotar en mi cuaderno, la claridad comienza a surgir. Las señoras de antes
pasan por uno de los senderos cercanos con el nenito ese. Paran en un árbol con
un montón de hojas secas. Corren a una batalla otoñal. Luego de un rato el
chico agarra un palo y empieza a golpear los árboles que rodean el cementerio.
Una de las señoras entra y lee las tumbas. Increíble es la cantidad de
infracciones que acumulan.
Termino de escribir,
voy al bicicletero, saco mi bici y mientras saludo a la que en definitiva es
también trabajadora, me pregunto si le debo informar todas las infracciones
adultas o supervisadas que hubo.
Desisto de la idea y pedaleo hasta casa. Hago
una parada para cargar la SUBE en la lotería. Mientras espero, hablo con uno de
los hombres siempre instalados ahí y aprovecho para militarla. Llego a casa y
abro las ventanas para seguir aireando el alma. Todas esas letras cultivadas
esa tarde se prendieron en un fuego a las 18.30.
🌈🌈🌈🌈
Espero que les haya gustado
¡Nos leemos!
Nati
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